Las malas acciones en línea finalmente están teniendo graves repercusiones, pero todavía necesitamos aprender a interpretar los lamentos digitales a fin de ayudar con mayor seriedad, escribe Emma Barnett.
Durante las últimas semanas hemos visto una serie de historias relacionadas con jóvenes que se quitan la vida después de haber publicado peticiones de ayuda en la Web. También hemos visto personas encarceladas como Sean Duffy, el ‘troll’ de internet, por el montaje de campañas de odio contra Natasha MacBryde, una estudiante que se suicidó.
Y justo ayer, un hombre de Nottingham, Shane Webber, admitió llevar a cabo una operación de acecho en línea, en contra de su propia novia. Será sentenciado el próximo mes.
Las malas acciones en línea finalmente sí están teniendo repercusiones muy serias. Durante mucho tiempo la web ha sido vista por muchos como el “Salvaje Oeste” –un lugar donde todo es válido y que para que no haya consecuencias basta con desconectarte. Finalmente esto está cambiando y los trolls de internet, así como los acosadores cibernéticos están recibiendo su merecido.
Pero lo que aún no ha cambiado es la percepción sobre los gritos de ayuda en la red y su gravedad. El último ejemplo trágico fue Rodemeyer James quien solicitó atención en sitios como Facebook y Twitter, es un caso clásico del tema.
Ya que las personas pasan más tiempo de su vida en línea, publican actualizaciones sobre su día a través de sus teléfonos en tiempo real, se está provocando la difuminación de los dos espacios.
Tal y como las personas que se comportan mal en línea están siendo castigadas en el mundo real, los que sufren y le expresan a la gente esto a través de los servicios digitales, deberían también ser atendidos fuera de línea.
Fuente: The Telegraph MML/GC
Aviso legal |
Créditos |
Staff |
Administración
Copyright © Todos los derechos reservados
UNAM - CERT